El rodaje de '5 días de septiembre' no fue común, ya que el corto tenía guión, pero los diálogos no estaban escritos.
Fue apasionante, porque no sabíamos lo que iba a ocurrir, sino que íbamos recibiendo cada momento las circunstancias que se iban dando y a partir de ahí resolvíamos las escenas. Fue un rodaje mágico, con una atmósfera especial.
Este sistema obliga a una estrecha compenetración tanto con los directores como con la actriz con la que trabaja.
Estuvimos casi un año trabajando el personaje y haciendo ejercicios para tener una empatía fuerte. Cada vez que miraba a mi compañera sentía cosas que habíamos creado en esos ensayos. La comunicación con los directores fue la adecuada. Ellos explican las cosas de una manera muy quirúrgica y los supe entender.
El desenlace se dejó en manos de los actores.
Así es. En mi caso, reaccioné de la manera más natural posible ante un imprevisto. Realmente, el final estaba en las manos de todos, pero está claro que en ese momento yo me derrumbé.
¿Le facilitó el trabajo su experiencia teatral?
Ayuda, sobre todo a no anticipar las cosas. El hecho de no saber lo que iba a ocurrir hace que tengas los ojos muy abiertos y quieras percibirlo todo de una manera mucho más grande. La improvisación fue un elemento importantísimo.
¿Hay una fórmula infalible para lograr una buena interpretación?
Yo siempre he funcionado con ilusión y disciplina. Es importante estar entusiasmado con lo que haces, estar desligado de tu propia identidad y no rendirse cuando las cosas no salen.